sábado, 28 de agosto de 2010

smells like grown spirit

paradise
Hay un señor en mi escalera que me gusta. Me cae bien. Y ni siquiera sé cómo se llama, porque no me sé los nombres de mis vecinos. Es un señor bajito, bastante mayor. Está arrugado y medio calvo. Como casi todos los señores mayores, y puedo decir esto porque por el quiosco pasan muchos y lo sé, se le ha quedado la ropa grande. Es algo típico, o quizás es sólo un efecto que me hacen. Es como si siempre llevase su ropa de siempre. Creo que les pasa a todos los señores, que un día dejan de ir a comprarse ropa y entonces se visten siempre con las mismas cosas. El caso es que, como se adelgazan y tal, se les queda todo grande. Se ponen cinturones. Y es como si siempre caminasen con miedo a desgastar la ropa, las últimas prendas que les quedan antes de morirse. Como si quisiesen que les durasen hasta el último día. Siempre me dan esa impresión.
Este señor siempre va muy arreglado. Molt mudat. Me hace gracia cuando lo veo con una americana a rayas y con gorro y con una flor en la solapa. Siempre me preguntó a donde irá, pero nunca se lo he preguntado a él, y eso que es muy simpático.
Un día me lo encontré al llegar, en la entrada de casa, y él me dijo "pujes en ascensor, nena?", y yo dije "no, senyor, que faig excercici i vaig per les escales!" (más que nada porque vivo en el primero y mi madre siempre dice que soy una vaga, así que evito el ascensor a toda costa), y, cuando empezaba a subir, él aún me dijo "no vols pujar amb un vell com jo, ho entenc, nena ...". Lo dijo de buen humor. No sé porqué lo dijo, ni porqué no bajé ni subí con él en ascensor, total que más dará subir un día en ascensor. Pero sólo me reí, lo negué y seguí subiendo. Y él también se rió. Y yo no entendía porqué no se me habría ocurrido decirle "clar que sí, anem en ascensor!".
Sin duda es el señor más simpático de toda la escalera. Es mi vecino favorito. El otro día me di cuenta de que, además de ir siempre tan arreglado, huele particularmente bien. Me di cuenta porque yo llegaba y él estaba saliendo, así que me aguantó la puerta. Pasé cerca de él y le saludé. Me preguntó por mi viaje, y mientras hablábamos, ahí, él aguantando la puerta y yo medio entrando, me di cuenta de que olía muy bien. A recién duchado y a colonia. A abuelo. No sé porqué me olía a abuelo. No a viejo, a abuelo. Exactamente como debe oler un abuelo. Me imaginé que todos los abuelos tienen dos colonias, una para los días normales y otra para cuando van a ver a sus nietos. Y esta última se la compran todos igual. Eau de grand père. Nos despedimos y yo aún estaba pensando en esta idea, y me parecía muy graciosa, mientras miraba el buzón. No sé porqué miro el buzón si no tengo la llave, pero siempre lo miro. Antes de empezar a subir las escaleras se me ocurrió que quizás lo que pasaba es que olía como mi abuelo. No a abuelo, sino a mi abuelo.
Aquella ascensión por las escaleras fue la más larga que he realizado nunca. Y vivo en un primero. Y una vez subí hasta casa de Gemma, que vive en un cuarto, andando. Creo que sólo hay veinte escalones y, aún así, no se acababan nunca.

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